Existen en el mundo miles de cepas viníferas pero sin dudas son 6 las clásicas que conforman la elite de los vinos de calidad, Pinot Noir es una de ellas.
Se trata de una variedad de uva que tiene fuerte presencia en la historia del vino desde al menos la época medieval, cuando se da el inicio y desarrollo del dominio francés en la industria vitivinícola.
La variedad Pinot Noir es originaria de la región francesa de la Borgoña, se trata de una uva de ciclo corto y maduración temprana, por lo que disfruta mucho de los climas fríos y da grandes vinos tranquilos, además de en su lugar de origen, en el Valle del Loira, Alsacia, Suiza o Alemania y espumosos de excelencia en Champagne y la Patagonia Argentina.
Otras zonas más cálidas que la producen con bastante éxito son California en Estados Unidos y Martinborough en Nueva Zelanda.
Es considerada una variedad de difícil cultivo y por la forma de su racimo, pequeño, cónico-cilíndrico y muy compacto, es propensa a las enfermedades fúngicas y la putrefacción.
Los vinos de Pinot Noir
Dado que la piel de su baya es muy delgada, los vinos tintos de Pinot Noir suelen ser de colores pálidos y ligeros, con taninos suaves y una acidez marcada.
En su juventud los tintos de Pinot Noir muestran aromas a arándanos, cerezas y frambuesa; a medida que envejecen aparecen notas de clavo de olor, hongos, tierra mojada (petricor) o sotobosque.
El maridaje con Pinot Noir
Al ser un vino de taninos y cuerpo delicados, en su juventud maridará muy bien con platos que incluyan carnes blancas (Sí, un vino tinto para carnes blancas) y carnes rojas más bien magras. Ahora bien, cuando envejece y desarrolla notas más evolucionadas y terrosas se convierte en una excelente compañía de platos que incluyan hongos, como por ejemplo los risotto o pollo asado con champiñones.
Fuente: laumalbec.com/
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