Más conocido en el ambiente como Champagne, Champaña, Champán o, mi preferido, “Shampein”.
Se dice que por ley no se puede utilizar este nombre ya que es una denominación de origen exclusiva para los vinos elaborados en La Champagne (Francia) pero me vengo a enterar que en Argentina tal ley no está vigente aún; las bodegas ya no lo utilizan porque exportan a Europa y USA en donde sí corre esa normativa, y no les comprarían nada, o peor aún los multarían, por ese (falso) título en la botella.
Son vinos elaborados generalmente en base a Chardonnay o Pinot Noir a los que, para decirlo de manera simple, les “meten” burbujas con un proceso de segunda fermentación una vez que ya se han embotellado conocido como método “champenoise”. Y sepan que aquí estoy hablando de los espumantes NATURALES, es decir los elaborados con este proceso que genera naturalmente las burbujas dentro de la botella, porque también están los ARTIFICIALES a los que se les agrega dióxido de carbono para crear directamente las burbujas (vinos frizz, frizantes o gasificados que nada tienen que ver, en ningún sentido de la vida, con los que yo describo y que para mí no se deberían llamar espumantes. Digo.)
Yo no soy una loca de esta bebida, pero la mayoría en el mundo lo es (“¡Estoy bebiendo estrellas!” dijo el monje benedictino Dom Perignon cuando la descubrió por error al estar haciendo los vinos de siempre en su abadía) por lo que aquí les dejo un dibujito que explica cómo es cada tipo de SHAMPEIN según su cantidad de azúcar.
Justo falta el Brut Nature que es el único que me gusta porque es el menos dulce de todos.
Fuente: enologicas.com
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