Hablamos de vinos orgánicos. Y lo primero que hay que decir que lo orgánico es el viñedo. Luego todo lo que sale de ahí, por ende también lo será.
La condición fundamental para identificarlos es que este tipo de plantaciones carece totalmente de tratamientos con pesticidas, herbicidas, fertilizantes, antibióticos y cualquier otro producto sintético.
Por eso, para suplantar esta tarea, se utilizan en la viña productos naturales como el estiércol o el compost. Y en caso de enfermedades en la planta, está permitido el uso de productos homologados por los certificadores de viñedos orgánicos, que responden a esta filosofía.
Ahora, la condición de orgánico no hace ni peor ni mejor al vino. Es muy difícil diferenciarlo en una degustación a ciegas y en materia sensorial presenta características similares a cualquier vino tradicional. Lo distingue su respeto por la tierra y cómo ha sido elaborado. Argentina, por sus características climáticas y de terruño, es un lugar propicio para este tipo de prácticas.
Un mercado que crece
El mercado de vinos orgánicos o naturales viene creciendo, también empujado por el interés que muestran los millenials en este tipo de elaboración.
Alejandro Bianchi está al frente de Finca Dinamia, el primer proyecto de vinos orgánicos fundado en el 2005 en San Rafael, al sur de la Provincia de Mendoza. “La tendencia mundial llega también a la Argentina. Una muestra clara de esto es que hace diez años había 120 almacenes naturales en Capital Federal y ahora hay alrededor de 500. Hay un crecimiento importantísimo en el consumo de alimentos y bebidas naturales y orgánicos bajo la consigna de mejorar la alimentación y la calidad de vida”, comenta.
Los jóvenes son el motor principal de desarrollo de este tipo de producto. En la preocupación por el origen de los alimentos y el cuidado del planeta, los vinos orgánicos ganan cada vez más adeptos. “Se inicia como una moda y generaciones más grandes se suman a la misma. Son productos sin químicos ni conservantes que llenan de valor a una agricultura sustentable cada vez más expansiva”, expresa Bianchi.
Una experiencia natural
En las sensaciones que podemos experimentar cuando probamos algunos de estos vinos, sabemos que se trata de una expresión más cercana al tierra y directamente relacionada con aromas y sabores que nos puede transmitir un lugar determinado. “Son vinos frescos, frutados y fáciles de beber, sin presentar agresividad en el paladar y con cierta complejidad”, finaliza Alejandro Bianchi.
En materia de vinos, este tipo de producción sigue presentado numerosos desafíos. Porque corregir ciertos desvíos no es tan sencillo, pero también hay menos variabilidad por la homogeneidad que presenta el terruño y el clima en el país.
En realidad hay vinos orgánicos sobresalientes, muy buenos, buenos y regulares. Al igual que los vinos de producción tradicional. Lo que sí predomina es una atención cuidada en cada una de las plantas que integran ese viñedo, porque la calidad final dependerá de ese cuidado artesanal.
Algunos recomendados
Massi Passo Blanco. Es un blend de Pinot Gris y Torrontés, brillante con aromas florales y frutales. Un vino fresco, con buena presencia de acidez equilibrada por el cuerpo de la fruta madura. El largo final de boca está dado por las características de las notas cítricas.
Buenalma Malbec Rose. Este Malbec de Finca Dinamia es fresco y frutal con gran intensidad. En el paladar se vuelve delicado, con expresiones que recuerdan a jalea de membrillos, típicos de los Malbec del sur de Mendoza. Ideal para acompañar pollo tandori o tailandés, pescados o ensaladas frescas.
Famiglia Bianchi Malbec Orgánico. Los viñedos están ubicados en Rama Caída, en San Rafael, Mendoza y es un Malbec bien frutado con toques especiados. Aromas a chocolates, vainilla y tostados son producto de su paso por roble. Es equilibrado y elegante. Sus taninos dulces y redondos lo hacen un ejemplar destacado.
Federico Lancia. Periodista de vinos y lifestyle. Director de www.vinosybuenvivir.com.
Fuente: clarin.com
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